“El ser humano vive en el conflicto, con el puño
cerrado, la palabra hiriente en la boca, las armas siempre prestas. El orgullo,
la vanidad, el poder y otras manifestaciones habituales del ego encuentran su
vida de escape en el conflicto”.
Krishnamurti
Es improbable
una vida sin conflictos, porque son
parte de las relaciones entre las personas, surgen debido a las diferencias
de opiniones, creencias, valores o ambiciones. Aprender cómo afrontarlos es muy importante para poder mantener
relaciones sanas con los demás, ya que los conflictos y problemas de hoy,
nos permiten enfrentar los nuevos con mayor
sabiduría para reflexionar, y así cambiar
nuestra relación con las dificultades y las discordias personales. Observando
siempre, cuál es nuestra posición ante ellos; es decir, como nos comportamos y que hacemos para resolverlos.
Lo
mejor será pensar si nos convertimos en parte de la solución o abonamos más,
para incrementarlo.
La parte positiva del conflicto es poder madurar y aprender de él. No lo incitemos
ni lo evadamos, simplemente reconozcámoslo.
No podemos cambiar a las personas
y las situaciones, lo que si debemos hacer es ir rectificando nuestras
reacciones, así evitar caer en un círculo vicioso, que en muchas ocasiones hace
que nos acostumbremos inconscientemente, a que se repita la situación una y otra vez.
Toda situación nos deja siempre una experiencia, que nos da una dosis de sabiduría.
Aquí
les dejo una publicación que me parece muy acertada, para abordar este tema:
La
calidad de nuestra vida está muy relacionada con el hecho de que vivamos con o
sin conflictos. Es importante, entonces reflexionar un poco sobre ¿qué son los
conflictos y cómo emergen?
Debemos
preguntarnos ¿qué es lo que nosotros hemos creado para que haya conflictos en
nuestras vidas? Ya que, para poder vivir sin ellos, tenemos que entender por
qué los tenemos.
Es
como si tuviéramos una casa con ratones y queremos vivir sin esos animales
pero, para lograrlo, tenemos que saber cómo hacen para entrar. Es interesante entender
por qué y cómo nosotros creamos este tipo de relaciones conflictivas.
Una de
las cosas fundamentales para enfrentar los conflictos y para evitar la creación
de nuevos conflictos es la situación de paz interna que todos necesitamos, ya
que cuando no hay paz interior es muy fácil que haya conflictos afuera. El
conflicto es una zona de negatividad donde uno está ubicado.
Para
estar en paz tengo que desprenderme de los conflictos, pero yo tengo que querer
dejarlos, y para ello normalmente buscamos que existan condiciones de bienestar
afuera. Hay toda una serie de conflictos externos a nosotros mismos, pero es
uno quien puede escoger si vivir en este ambiente estando en paz o vivir en ese
mismo ambiente pero estando en conflicto.
Esa
decisión es la que produce toda la diferencia.
Muy a
menudo queremos que los demás hagan las cosas como nosotros queremos y ahí
empiezan los problemas porque los demás no quieren o porque nosotros no
queremos.
Las zonas negativas
de nuestra personalidad
Existe en nuestra personalidad una zona conflictiva
donde uno no está satisfecho, donde uno está viendo el lado negativo de las
cosas, como dejándose llevar por ellas. Muchas veces, cuando se entra en
conflicto con otra persona por lo general nos ponemos a la defensiva: pensamos
que si el otro habla de una determinada manera es para molestarnos, que si nos
mira de otra forma es porque nos falta el respeto, es decir, entramos en una
especie de “paranoia” que nos hace aislarnos del otro. Entonces, allí es
importante ver cómo es mi mirada, porque, de acuerdo a la forma de mi mirada
hacia el otro, así va a ser el conflicto que voy a tener. Si uno empieza a pensar “esta persona quiere pelear conmigo”, entonces ante
cualquier cosa que ella haga uno se va a defender, pero debemos entender que
fuimos nosotros los que atacamos primero, lo hicimos en la propia mente, de una
manera sutil. Por eso, tenemos que ser conscientes de que todos tenemos zonas
internas de fragilidad, zonas que tenemos que cuidar, manejar y curar, porque si tenemos estas zonas de sufrimiento, de dolor o de
fragilidad y viene una persona que toque esas zonas, uno la va a atacar. En la
medida en que hay fragilidad, frente a cualquier cosa que otra persona nos
diga, nos haga, nos toque o nos mire vamos a reaccionar con violencia y vamos a
culpar al “otro” cuando, en realidad, nosotros somos quienes tenemos el
problema.
Las soluciones
Una forma de aprender a vivir sin conflictos es
poder mirar, como en un espejo, nuestros propios conflictos, es decir, mirar
nuestras zonas frágiles, agresivas, nuestras carencias pero, al mismo tiempo,
fijarnos también en nuestras muchas cualidades. Es importante darnos cuenta de
que la mirada que tenemos puesta en el mundo es la forma en cómo lo percibimos
pero, en realidad, no es la verdadera manera en que es el mundo.
Tenemos
que poseer nuestra propia visión del mundo, tenemos que ver cómo miramos al mundo
y cómo vamos a decidir qué vamos a transitar por él: con una mirada conflictiva
o con una mirada pacífica. Si nos dejamos afectar por la negatividad de nuestro
entorno debemos preguntarnos ¿por qué nos
estamos dejando afectar por esa negatividad? Cuando el ser, comienza a
fijarse en esto, se da cuenta que
mientras más se deja absorber por la negatividad, más se acrecientan dentro sí
sus propios sentimientos de culpa o sentimientos de falta de respeto por sí
mismo.
Somos
conscientes de que el conflicto no nos conviene. Sin embargo, algunas veces,
cuando tenemos problemas adentro, preferimos pelear afuera que hacernos cargo
de nuestros conflictos internos. Cuando tenemos la impresión de que no sabemos
cómo resolver esos conflictos, muchas veces actuamos con ira porque queremos
tener la razón, pero, al mismo tiempo, no queremos estar muy pendientes de esos
conflictos sino dejarlos de lado y luchar contra los demás, luchar contra lo de
afuera, en vez de luchar contra lo de adentro. Es bueno que nosotros sepamos
observar y ver que existe otra forma de mirar, es decir, otra forma de pensar,
otra forma de sentir la realidad. Sin embargo, si yo no tengo
formación, si yo no tengo hábitos, si yo no tengo el “know how” (el saber cómo
hacerlo) entonces no podremos enfrentar esos conflictos.
Debemos
reconocer que todos tenemos alguna zona con esta tendencia conflictiva en
nuestro interior. Por eso, es tremendamente esencial fijarse ¿cuándo empezamos
a ser negativos, a ser conflictivos, cuál parte de mi naturaleza estará operando?
y decidir si quiero operar así.
Los pisos para
escalar los conflictos
Tenemos que aprender a subir al segundo piso de
nuestro ser, es decir, aprender a subir al piso de la paz y eso es un
entrenamiento porque la gente, por lo general, no vive en este piso, sino en el
piso de abajo, en el de los conflictos.
Subir
al piso de la paz implica pensar, actuar, mirar, relacionarse, vivir donde hay
positividad. Es importante aprender a ver cómo utilizo mi propio potencial y
ver que mis recursos son básicamente mis ideas, mis pensamientos la cantidad de
paz amor y la energía que tengo. Todas estas capacidades que yo tengo o las uso
para bien o las uso para mal y el aprendizaje está en observar cómo utilizo mis
componentes, cómo utilizo mis recursos.
Esto
va a ayudarnos a nosotros mismos para que, pese a haber sido formados en un
mundo conflictivo, podamos dejar de ser conflictivos nosotros mismos, y ayudar
a los que viven en conflictos.
Es
decir, nos vamos a definir a nosotros mismos de una manera positiva, vamos a
reconocer que vivimos en un mundo conflictivo y vamos a definir nuestra tarea,
nuestro propósito.
El poder del silencio y de la comunicación
Para
poder vivir sin conflictos, debemos experimentar el silencio absoluto, el
silencio donde vive Dios, porque Dios es el único ser que nunca ha
experimentado conflictos. Dios está más allá del conflicto, entiende los
conflictos y tiene una tarea relacionada con los conflictos, pero él no los
tiene.
El
asunto es que podemos escoger cómo vivir en el conflicto y rodearnos de
personas que también son conflictivas, las cuales no nos van a ayudar a dejar
de ser conflictivos, o bien aceptar que uno es conflictivo pero que realmente
quiere dejar de serlo y para lograrlo necesita aprender de alguien que no
conoce el conflicto.
Si
deseamos ir más allá del conflicto, debemos tener esta relación con este Ser
totalmente amoroso, quien nos va a enseñar que estar sin conflictos significa
poder entender y enfrentar el conflicto de los demás, o la
naturaleza conflictiva de los demás, sin sentirnos amenazados nosotros mismos.
Dios
no tiene problemas de personalidad y hay que estar cerca de él porque eso es
contagioso: si uno sale con una persona que es muy alegre, rápidamente uno se
alegra también pero si uno está con una persona que es extremadamente triste o
muy conflictiva, rápidamente uno se enoja. Por eso, es de suma importancia
analizar qué tipo de energía estamos promoviendo, cómo nos estamos manejando,
qué calidad de relaciones está dando.
Debemos
fijarnos en qué damos, qué esperamos, qué tenemos y qué cobramos o cómo lo
cobramos y darnos cuenta que la forma esencial de resolver los conflictos es la
comunicación. Sin embargo, la comunicación no es sólo verbal, pues otra forma
de comunicación es la manera en la que nosotros juzgamos a los demás, a través
de nuestras palabras.
Por
eso, cuando uno trabaja mucho en su meta, en el por qué, en el qué quiere y
ayuda a las otras personas a acercarse hacia lo que quieren, por lo general las
cosas son compatibles.
Por Valeriane Bernard
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