jueves, 26 de septiembre de 2013

El poder terapéutico del contacto físico


  

Que entre contacto físico y salud hay una estrecha relación nadie lo puede dudar. Con él se diagnostica (o quizás se diagnosticaba), a través de él se realizan tratamientos, por él se contagian enfermedades, algunos trastornos psicológicos son consecuencia de contactos físicos indeseados –abusos-, con él se contribuye a la rehabilitación…

Ciertamente las caricias no son lo mismo que el contacto físico. Como las caricias no se reducen a las que nos damos mediante el roce de la mano con la piel, sino que también los acariciamos psicológicamente.

Ambigüedad
Tanto el contacto físico como las caricias tienen un significado ambiguo. De hecho, el contacto físico puede provocar, como también las caricias, lo mejor y lo peor. Ambas tienen, en sí mismo, tanto un poder destructor como un potencial terapéutico.

Una caricia física indeseada puede convertirse en un abuso que deje señal para toda la vida. Un contacto físico inoportuno o violento puede destruir y generar males físicos y psicológicos. De hecho, esta ambigüedad es reconocida desde muy antiguo. El juramento hipocrático propio de los médicos desde el siglo IV antes de Cristo ya decía: “Cuando entre en una casa no llevaré otro propósito que el bien y la salud de los enfermos, cuidando mucho de no cometer intencionalmente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitando principalmente la seducción de las mujeres jóvenes, libres o esclavas”. Se reconocía que el tipo de relación próxima e íntima que se puede generar en la relación terapéutica podía llevar a abusos, a evitar en todo caso.

Sin embargo, siempre en el ámbito de la relación con las personas enfermas, discapacitadas o sufrientes por cualquier causa, el poder terapéutico del contacto corporal es muy importante. Lo encontramos expresamente en la práctica de la rehabilitación, de la fisioterapia, de los masajes, y en las capacidades que algunos galenos poseen de detectar ciertos males mediante el tacto y la cirugía.

También tienen poder las caricias psicológicas. Y también éstas pueden ser ambiguas. Como estímulos sociales dirigidos de un individuo a otro para satisfacer la necesidad que tenemos de ser reconocidos, especialmente estudiadas por el análisis transaccional, pueden vehicular reconocimiento sano o mostrar la inmadurez del que las da, jugando con ellas o satisfaciendo carencias afectivas propias. Por eso también aquí se habla de caricias positivas y negativas, adecuadas e inadecuadas, proporcionadas y desproporcionadas.

Caricia y equilibrio
Sin embargo, cuando el contacto físico se convierte en caricia sana en su motivación y oportuna en su momento y destinatario, puede constituir una medicina y un alivio en el sufrimiento.
Exceptuadas las personas que rechazan las caricias porque no se sienten cómodas al recibirlas (¡quién sabe qué les habrá pasado!) y aquellas que se sienten incómodas dándolas (¡quién sabe qué les pasa!), las caricias constituyen una demostración cariñosa de amor y reconocimiento, de aprecio y halago mediante el roce suave de la mano con el cuerpo de una persona.

Según algunas investigaciones, el cuerpo humano tiene una red neuronal especializada en interpretar la carga emocional de una caricia. La red es independiente de las neuronas del tacto y se activa sólo cuando perciben amor, lo que desvela la importancia que la naturaleza otorga a la ternura en las relaciones humanas. Esta red neuronal permite a un bebé, por ejemplo, percibir el amor de sus padres antes de nacer y constituye el fundamento de las relaciones de pareja, familiares y sociales.

De hecho, podríamos preguntarnos qué sería de una persona que no acaricie o no sea acariciada. Su afectividad, su equilibrio emocional, sin duda, no andará muy allá.
Pensemos incluso en el valor saludable de las cosquillas, un tipo particular de caricia propio del ámbito íntimo que, aparte de hacer reír, permitirte un momento para disfrutar en compañía y, en su justa medida, ofrece una sana distensión. Pasarlo bien y el contacto corporal que se produce con las cosquillas, fortalece los lazos emocionales al permitir un momento de intimidad, a lo que se añaden los efectos terapéuticos de la risa, tanto para grandes como para pequeños. De todos es sabido que reír eleva el nivel de las defensas.

La caricia solidaria
Si la caricia física puede ser expresión de ternura y de cariño para con los niños y para con los mayores, como puede serlo también de erotismo y gozo encarnado, la caricia puede ser también solidaria.
La caricia física solidaria toca la piel del enfermo, del moribundo, del doliente, recoge lágrimas y seca sudores, diluye miedos de soledad o abandono y restaura equilibrios internos.
La caricia solidaria alcanza la piel física, pero también la piel emocional del que sufre. Con su suavidad alivia a las personas, las vidas y las historias que sin desearlo están marcadas  por el sufrimiento.

La caricia en la fragilidad y en el sufrimiento representa una alternativa al lenguaje verbal a la vez que puede completar el lenguaje verbal y apoyarlo concretándose así la actitud empática.
Bien utilizada, la caricia solidaria es un recurso elegante también en ausencia de otras habilidades, o al experimentar sus límites, evitando el riesgo de la “palmoterapia” o la fácil palmadita en la espalda que traduce un ternurismo blandengue más que una auténtica ternura. Por eso, la caricia, para no ser invasiva ni superficial, ha de ser oportuna y auténtica, respetuosa y libre.

Pensemos en el malestar emocional producido por los cambios en la imagen física a consecuencia de la enfermedad. O en el duelo por la pérdida de la imagen que se tenía del propio cuerpo. O la mujer que ha sufrido una mastectomía. O en la persona mayor cuya suavidad epidérmica se hizo hermana de la arruga. O en el niño que nace con una discapacidad. O en el enfermo terminal que ya no puede tocarse a sí mismo y está entregado a los cuidados máximos de los demás. La caricia aquí es fármaco del espíritu y restaurador del corazón herido o que traquetea.

Pero la caricia puede ser también confrontadora: puede hacer ver a quien siente que nadie le quiere o nadie le hace caso que, en el mismo momento en que así lo experimenta, está siendo reconocido y se le está haciendo caso.
La caricia solidaria ensalza la belleza interior, la de la dignidad del ser humano, por encima de la belleza física.

Tocar en la fragilidad levanta el ánimo, reconstruye la autoestima y previene el aislamiento. No se puede vivir humanamente sin acariciarse. La caricia solidaria humaniza porque da vida y genera salud.
Autor: José Carlos Bermejo Higuera


El poder terapéutico del contacto físico

Que entre contacto físico y salud hay una estrecha relación nadie lo puede dudar. Con él se diagnostica (o quizás se diagnosticaba), a través de él se realizan tratamientos, por él se contagian enfermedades, algunos trastornos psicológicos son consecuencia de contactos físicos indeseados –abusos-, con él se contribuye a la rehabilitación…
Ciertamente las caricias no son lo mismo que el contacto físico. Como las caricias no se reducen a las que nos damos mediante el roce de la mano con la piel, sino que también los acariciamos psicológicamente.

Ambigüedad

Tanto el contacto físico como las caricias tienen un significado ambiguo. De hecho, el contacto físico puede provocar, como también las caricias, lo mejor y lo peor. Ambas tienen, en sí mismo, tanto un poder destructor como un potencial terapéutico.
Una caricia física indeseada puede convertirse en un abuso que deje señal para toda la vida. Un contacto físico inoportuno o violento puede destruir y generar males físicos y psicológicos. De hecho, esta ambigüedad es reconocida desde muy antiguo. El juramento hipocrático propio de los médicos desde el siglo IV antes de Cristo ya decía: “Cuando entre en una casa no llevaré otro propósito que el bien y la salud de los enfermos, cuidando mucho de no cometer intencionalmente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitando principalmente la seducción de las mujeres jóvenes, libres o esclavas”. Se reconocía que el tipo de relación próxima e íntima que se puede generar en la relación terapéutica podía llevar a abusos, a evitar en todo caso.
Sin embargo, siempre en el ámbito de la relación con las personas enfermas, discapacitadas o sufrientes por cualquier causa, el poder terapéutico del contacto corporal es muy importante. Lo encontramos expresamente en la práctica de la rehabilitación, de la fisioterapia, de los masajes, y en las capacidades que algunos galenos poseen de detectar ciertos males mediante el tacto y la cirugía.
También tienen poder las caricias psicológicas. Y también éstas pueden ser ambiguas. Como estímulos sociales dirigidos de un individuo a otro para satisfacer la necesidad que tenemos de ser reconocidos, especialmente estudiadas por el análisis transaccional, pueden vehicular reconocimiento sano o mostrar la inmadurez del que las da, jugando con ellas o satisfaciendo carencias afectivas propias. Por eso también aquí se habla de caricias positivas y negativas, adecuadas e inadecuadas, proporcionadas y desproporcionadas.

Caricia y equilibrio

Sin embargo, cuando el contacto físico se convierte en caricia sana en su motivación y oportuna en su momento y destinatario, puede constituir una medicina y un alivio en el sufrimiento.
Exceptuadas las personas que rechazan las caricias porque no se sienten cómodas al recibirlas (¡quién sabe qué les habrá pasado!) y aquellas que se sienten incómodas dándolas (¡quién sabe qué les pasa!), las caricias constituyen una demostración cariñosa de amor y reconocimiento, de aprecio y halago mediante el roce suave de la mano con el cuerpo de una persona.
Según algunas investigaciones, el cuerpo humano tiene una red neuronal especializada en interpretar la carga emocional de una caricia. La red es independiente de las neuronas del tacto y se activa sólo cuando perciben amor, lo que desvela la importancia que la naturaleza otorga a la ternura en las relaciones humanas. Esta red neuronal permite a un bebé, por ejemplo, percibir el amor de sus padres antes de nacer y constituye el fundamento de las relaciones de pareja, familiares y sociales.
De hecho, podríamos preguntarnos qué sería de una persona que no acaricie o no sea acariciada. Su afectividad, su equilibrio emocional, sin duda, no andará muy allá.
Pensemos incluso en el valor saludable de las cosquillas, un tipo particular de caricia propio del ámbito íntimo que, aparte de hacer reír, permitirte un momento para disfrutar en compañía y, en su justa medida, ofrece una sana distensión. Pasarlo bien y el contacto corporal que se produce con las cosquillas, fortalece los lazos emocionales al permitir un momento de intimidad, a lo que se añaden los efectos terapéuticos de la risa, tanto para grandes como para pequeños. De todos es sabido que reír eleva el nivel de las defensas.

La caricia solidaria

Si la caricia física puede ser expresión de ternura y de cariño para con los niños y para con los mayores, como puede serlo también de erotismo y gozo encarnado, la caricia puede ser también solidaria.
La caricia física solidaria toca la piel del enfermo, del moribundo, del doliente, recoge lágrimas y seca sudores, diluye miedos de soledad o abandono y restaura equilibrios internos.
La caricia solidaria alcanza la piel física, pero también la piel emocional del que sufre. Con su suavidad alivia a las personas, las vidas y las historias que sin desearlo están marcadas  por el sufrimiento.
La caricia en la fragilidad y en el sufrimiento representa una alternativa al lenguaje verbal a la vez que puede completar el lenguaje verbal y apoyarlo concretándose así la actitud empática.
Bien utilizada, la caricia solidaria es un recurso elegante también en ausencia de otras habilidades, o al experimentar sus límites, evitando el riesgo de la “palmoterapia” o la fácil palmadita en la espalda que traduce un ternurismo blandengue más que una auténtica ternura. Por eso, la caricia, para no ser invasiva ni superficial, ha de ser oportuna y auténtica, respetuosa y libre.
Pensemos en el malestar emocional producido por los cambios en la imagen física a consecuencia de la enfermedad. O en el duelo por la pérdida de la imagen que se tenía del propio cuerpo. O la mujer que ha sufrido una mastectomía. O en la persona mayor cuya suavidad epidérmica se hizo hermana de la arruga. O en el niño que nace con una discapacidad. O en el enfermo terminal que ya no puede tocarse a sí mismo y está entregado a los cuidados máximos de los demás. La caricia aquí es fármaco del espíritu y restaurador del corazón herido o que traquetea.
Pero la caricia puede ser también confrontadora: puede hacer ver a quien siente que nadie le quiere o nadie le hace caso que, en el mismo momento en que así lo experimenta, está siendo reconocido y se le está haciendo caso.
La caricia solidaria ensalza la belleza interior, la de la dignidad del ser humano, por encima de la belleza física.
Tocar en la fragilidad levanta el ánimo, reconstruye la autoestima y previene el aislamiento. No se puede vivir humanamente sin acariciarse. La caricia solidaria humaniza porque da vida y genera salud.
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El poder terapéutico del contacto físico

Que entre contacto físico y salud hay una estrecha relación nadie lo puede dudar. Con él se diagnostica (o quizás se diagnosticaba), a través de él se realizan tratamientos, por él se contagian enfermedades, algunos trastornos psicológicos son consecuencia de contactos físicos indeseados –abusos-, con él se contribuye a la rehabilitación…
Ciertamente las caricias no son lo mismo que el contacto físico. Como las caricias no se reducen a las que nos damos mediante el roce de la mano con la piel, sino que también los acariciamos psicológicamente.

Ambigüedad

Tanto el contacto físico como las caricias tienen un significado ambiguo. De hecho, el contacto físico puede provocar, como también las caricias, lo mejor y lo peor. Ambas tienen, en sí mismo, tanto un poder destructor como un potencial terapéutico.
Una caricia física indeseada puede convertirse en un abuso que deje señal para toda la vida. Un contacto físico inoportuno o violento puede destruir y generar males físicos y psicológicos. De hecho, esta ambigüedad es reconocida desde muy antiguo. El juramento hipocrático propio de los médicos desde el siglo IV antes de Cristo ya decía: “Cuando entre en una casa no llevaré otro propósito que el bien y la salud de los enfermos, cuidando mucho de no cometer intencionalmente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitando principalmente la seducción de las mujeres jóvenes, libres o esclavas”. Se reconocía que el tipo de relación próxima e íntima que se puede generar en la relación terapéutica podía llevar a abusos, a evitar en todo caso.
Sin embargo, siempre en el ámbito de la relación con las personas enfermas, discapacitadas o sufrientes por cualquier causa, el poder terapéutico del contacto corporal es muy importante. Lo encontramos expresamente en la práctica de la rehabilitación, de la fisioterapia, de los masajes, y en las capacidades que algunos galenos poseen de detectar ciertos males mediante el tacto y la cirugía.
También tienen poder las caricias psicológicas. Y también éstas pueden ser ambiguas. Como estímulos sociales dirigidos de un individuo a otro para satisfacer la necesidad que tenemos de ser reconocidos, especialmente estudiadas por el análisis transaccional, pueden vehicular reconocimiento sano o mostrar la inmadurez del que las da, jugando con ellas o satisfaciendo carencias afectivas propias. Por eso también aquí se habla de caricias positivas y negativas, adecuadas e inadecuadas, proporcionadas y desproporcionadas.

Caricia y equilibrio

Sin embargo, cuando el contacto físico se convierte en caricia sana en su motivación y oportuna en su momento y destinatario, puede constituir una medicina y un alivio en el sufrimiento.
Exceptuadas las personas que rechazan las caricias porque no se sienten cómodas al recibirlas (¡quién sabe qué les habrá pasado!) y aquellas que se sienten incómodas dándolas (¡quién sabe qué les pasa!), las caricias constituyen una demostración cariñosa de amor y reconocimiento, de aprecio y halago mediante el roce suave de la mano con el cuerpo de una persona.
Según algunas investigaciones, el cuerpo humano tiene una red neuronal especializada en interpretar la carga emocional de una caricia. La red es independiente de las neuronas del tacto y se activa sólo cuando perciben amor, lo que desvela la importancia que la naturaleza otorga a la ternura en las relaciones humanas. Esta red neuronal permite a un bebé, por ejemplo, percibir el amor de sus padres antes de nacer y constituye el fundamento de las relaciones de pareja, familiares y sociales.
De hecho, podríamos preguntarnos qué sería de una persona que no acaricie o no sea acariciada. Su afectividad, su equilibrio emocional, sin duda, no andará muy allá.
Pensemos incluso en el valor saludable de las cosquillas, un tipo particular de caricia propio del ámbito íntimo que, aparte de hacer reír, permitirte un momento para disfrutar en compañía y, en su justa medida, ofrece una sana distensión. Pasarlo bien y el contacto corporal que se produce con las cosquillas, fortalece los lazos emocionales al permitir un momento de intimidad, a lo que se añaden los efectos terapéuticos de la risa, tanto para grandes como para pequeños. De todos es sabido que reír eleva el nivel de las defensas.

La caricia solidaria

Si la caricia física puede ser expresión de ternura y de cariño para con los niños y para con los mayores, como puede serlo también de erotismo y gozo encarnado, la caricia puede ser también solidaria.
La caricia física solidaria toca la piel del enfermo, del moribundo, del doliente, recoge lágrimas y seca sudores, diluye miedos de soledad o abandono y restaura equilibrios internos.
La caricia solidaria alcanza la piel física, pero también la piel emocional del que sufre. Con su suavidad alivia a las personas, las vidas y las historias que sin desearlo están marcadas  por el sufrimiento.
La caricia en la fragilidad y en el sufrimiento representa una alternativa al lenguaje verbal a la vez que puede completar el lenguaje verbal y apoyarlo concretándose así la actitud empática.
Bien utilizada, la caricia solidaria es un recurso elegante también en ausencia de otras habilidades, o al experimentar sus límites, evitando el riesgo de la “palmoterapia” o la fácil palmadita en la espalda que traduce un ternurismo blandengue más que una auténtica ternura. Por eso, la caricia, para no ser invasiva ni superficial, ha de ser oportuna y auténtica, respetuosa y libre.
Pensemos en el malestar emocional producido por los cambios en la imagen física a consecuencia de la enfermedad. O en el duelo por la pérdida de la imagen que se tenía del propio cuerpo. O la mujer que ha sufrido una mastectomía. O en la persona mayor cuya suavidad epidérmica se hizo hermana de la arruga. O en el niño que nace con una discapacidad. O en el enfermo terminal que ya no puede tocarse a sí mismo y está entregado a los cuidados máximos de los demás. La caricia aquí es fármaco del espíritu y restaurador del corazón herido o que traquetea.
Pero la caricia puede ser también confrontadora: puede hacer ver a quien siente que nadie le quiere o nadie le hace caso que, en el mismo momento en que así lo experimenta, está siendo reconocido y se le está haciendo caso.
La caricia solidaria ensalza la belleza interior, la de la dignidad del ser humano, por encima de la belleza física.
Tocar en la fragilidad levanta el ánimo, reconstruye la autoestima y previene el aislamiento. No se puede vivir humanamente sin acariciarse. La caricia solidaria humaniza porque da vida y genera salud.
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jueves, 19 de septiembre de 2013

La Decepción.

 Generalmente   interactuamos   con objetos o con los demás en  base a  nuestras   creencias,    imágenes  y representaciones  que  tenemos  de    las  cosas  y  las personas, sin que necesariamente nuestra percepción sea    la  realidad. Muchas  veces  imaginamos  a otros como  suponemos   que   son, bien  sea por engaño de ellos, de nuestros sentidos o de falsas impresiones.
La decepción se presenta cuando le adjudicamos a una cosa, situación o persona atributos que no tiene y "descubrimos" que no los posee. Entonces, podemos desilusionarnos, desencantarnos, frustrarnos, contrariarnos, ponernos bravos o caer en despecho, desesperanza, tristeza, amargura, desánimo o depresión, por el fiasco que tuvimos.
Aunque las decepciones,  dependen de la forma como nosotros mismos percibimos la situación, sin duda que también las provocan los engaños, sobre todo cuando alguna persona falta a la verdad en lo que nos dice, hace o pretende retraerse de lo pactado o que deshaga algo.
En el campo del amor, siempre la pareja despierta sentimientos, ilusiones, esperanzas especialmente atractivas, e imágenes-objetivos hacia el futuro. Se quiere ser feliz, tener un hogar, hijos y éxito profesional conjunto, entre tantas cosas. Cuando estas representaciones mentales no se logran, surgen decepciones de vida.
En innumerables casos, las parejas cuando se enamoran, se ven mutuamente a través del prisma del amor, esto distorsiona la realidad, y se pueden minimizar o ignorar defectos personales e incrementar o distinguir virtudes inexistentes. Luego, ya cónyuges, se descubren tal y cual son y sobreviene el desengaño, la decepción. De la ilusión pasamos a la desilusión. Se sale del engaño o del error de apreciación en que se estaba.
De igual manera la publicidad engañosa, la propaganda política o la sobreventa de una idea o producto nos lleva a crear expectativas personales en torno a algo o alguien, que al no darnos o proveernos lo esperado nos decepciona.
Lo primordial, para no ser decepcionados permanentemente, es intentar ser lo más objetivos que podamos, no crearnos falsas esperanzas, evaluar las situaciones evitando juicios emocionales,  valorar y apreciar a las personas en su justa dimensión.
La otra cuestión que se nos presenta,  es que seamos nosotros mismos quien decepciona a un tercero y este nos dice: "¡Me has decepcionado!". Lo cual suele provenir de un ser querido, padre, hermano, pareja o hijo, y nos llena de dolor y angustia. Para prevenir que esto ocurra nunca mintamos, no aparentemos ser lo que no somos, seamos auténticos y mostremos nuestras virtudes así como los defectos.
                                                                                     -Dr. Gessen-
  

miércoles, 11 de septiembre de 2013

10 SECRETOS PARA CONSEGUIR EL ÉXITO Y LA PAZ INTERIOR.




 EL PRIMER SECRETO
ABRA  SU MENTE A TODO Y NO SE APEGUE A NADA
Abra su mente a todas las posibilidades, rehúsese a que el pesimismo entre en su conciencia. Una mente abierta le permite explorar, crear y crecer. Una mente cerrada sella con cerrojo dichas interpretaciones creativas. Una mente abierta a todo quiere decir, una mente pacífica que irradie amor, que practique el perdón, que sea generosa, que respete toda la vida y, lo más importante, que se visualice como un ser capaz de hacer cualquier cosa que pueda concebir en su mente y en su corazón; no importa su edad, o condición.
Al liberarse de los apegos tiene que cambiar la manera en que se ve así mismo. Si se identifica primordialmente con su cuerpo y con sus posesiones, su ego es la fuerza dominante en su vida. Si ha logrado domar lo suficiente a su ego, invocará a su espíritu para que sea la fuerza que lo guíe en su vida. Si está apegado a tener la razón o a la necesidad absoluta de algo para estar en paz o en sentirse exitoso, llevara una vida de lucha constante, sin lograr alcanzar sus metas y a vivir amargado.
EL SEGUNDO SECRETO
NO MUERA SIN HABER EXPRESADO SU MÚSICA INTERIOR
Hay una fuerza vital Universal que todo lo apoya y lo orquesta. Así, todo funciona en perfecta armonía. Usted es una de esas partes en movimiento constante. Usted vino a este mundo en el cuerpo que habita, justo en el tiempo preciso y su cuerpo se irá con la misma precisión. Usted es una pieza esencial de este complejo sistema y está aquí, con este sistema inteligente que no tiene comienzo ni final, en el cual todas las galaxias se mueven en armonía. Por tanto, piense que debe estar aquí por una razón. El latido constante de su corazón, de dentro hacia fuera, de afuera hacia adentro, es un símbolo de su conexión infinita con el latido siempre presente de Dios o de la Inteligencia Universal. El miedo es lo único que evitará que toque la música que escucha y que siga el ritmo de ese tambor tan peculiar que lleva en su interior.
EL TERCER SECRETO
NO SE PUEDE DAR LO QUE NO SE TIENE
Piense en las personas que responden con amor, cuando reciben energía negativa. No hay muchas personas que respondan con amor a esa situación. Los que logran hacerlo, es porque están llenos de amor para dar. Saben que es imposible dar lo que no se tiene, y ellos han llegado lo más lejos posible para adquirir lo que desean atraer y ofrecer. Si desea dar y recibir amor y alegría, entonces recuerde que no puede dar lo que no tiene, pero si puede cambiar su vida, cambiando lo que tiene en su interior, siempre y cuando esté dispuesto a llegar tan lejos como sea necesario.
Algunos pensamientos de baja energía son la ira, el odio, la vergüenza, la culpa y el miedo. No sólo lo debilitan, sino que además atraen más de lo mismo. Al cambiar sus pensamientos internos hacia las frecuencias más elevadas de amor, armonía, bondad, paz y alegría, atraerá más de lo mismo y podrá ofrecer esas energías elevadas. Estas frecuencias más elevadas y más rápidas lo empoderarán.  Ellas también anulan y disipan automáticamente las bajas energías, de la misma forma que la presencia de la luz hace desaparecer la oscuridad.
Al sentir más amor por sí mismo, atrae más energía elevada y rápida y comienza el cambio en su interior. Comenzará a recibir esta energía de regreso y por último, será capaz de enviar pensamientos de amor y alegría a todo y a todos en su Mundo. Encuentre el propósito de su vida. Estoy seguro que ese propósito es el Servicio a los demás.
EL CUARTO SECRETO
ABRAZARSE AL SILENCIO
Para muchas personas, el silencio, es una pesadilla y quedarse a solas y en silencio es tortura pura. Blas Pascal el famoso científico decía “Todas las Miserias del Hombre se derivan de no ser capaz de sentarse solo y en silencio en una habitación.” En este espacio de silencio, encontrará la Paz que ansía en su vida cotidiana. Nunca conocerá esa Paz si no permite que haya un espacio entre sus pensamientos.  Se dice que una persona promedio tiene 60,000 pensamientos al día. Con tantos pensamientos, no hay casi espacios entre ellos. Si puede reducir ese número a la mitad, se le abrirá un mundo entero de posibilidades. Porque cuando emerge en el silencio y se integra a él, se reconecta con su fuente y conoce la sensación de paz que algunos llaman Dios.
Es en realidad el espacio entre las notas lo que hace que se disfrute tanto la música. Sin los espacios lo único que obtendríamos será una nota continua y discordante. Cuando está en Paz, irradia una clase de energía diferente, que cuando está estresado o deprimido. Mientras más pacifico se vuelva más fácil puede desviar las energías negativas de aquellos que lo confrontan.
EL QUINTO SECRETO
RENUNCIE A SU HISTORIA PERSONAL
Todos nos aferramos a dolores, abscesos y fallas pasadas, como una especie de tarjeta personal que anuncia su condición de “pobre de mí”, “Soy muy desdichado”. Su pasado se acabó; aferrarse a él, no sólo se asegura que se quedará inmovilizado hoy, sino que además impedirá su propia sanación, al referirse al sufrimiento del pasado y usarlo como una de las razones para no lograr progresar en su vida. Muchas personas se refieren a su pasado como a un tiempo glorioso que no volverá (sobre todo las personas mayores que no pueden adaptarse al mundo moderno) y esa es la razón por la cual no pueden ser felices, ni sentirse realizados hoy día.
Es irónico ese hábito de divagar con su mente hacia otros lugares y otros momentos. No malgaste el momento Presente y el Ahora que es lo único que tiene. Renuncie al pasado y al futuro en su mente y sumérjase por completo en el Ahora. Usted es un ser amado, conectado siempre a su fuente, y por lo tanto conectado a un poder ilimitado.
EL SEXTO SECRETO
NO SE PUEDE RESOLVER UN PROBLEMA CON LA MISMA MENTALIDAD QUE LO HA CREADO
Todos los problemas tienen una solución espiritual. Usted no tiene un problema, tan sólo cree tenerlo. Cuando su conexión espiritual es débil, usted se aleja del mundo del espíritu y los problemas provienen de su creencia en la separación y su cuerpo se enferma, influenciado por los pensamientos de su ego.
Si cambia su manera de pensar, su problema se resolverá. Hay una solución espiritual para cada problema.  Los problemas existen como creencias del ego de su mente, el cuál es incapaz de conceptualizar la conciencia de su mente espiritual al igual que la oscuridad no tiene concepto de Luz. Sus pensamientos son prácticamente la fuente de todo lo que sucede en su vida.  Cada relación que tiene es algo que lleva consigo. Si su relación es mala, es porque piensa que lo es.
Escale en la conciencia humana desde lo más bajo hacia lo más elevado.  Conviértase en un ser místico, tan solo cambiando sus pensamientos de un ser que experimenta y crea problemas, a uno que los resuelve.
EL SÉPTIMO SECRETO
NO HAY JUSTIFICACIÓN PARA EL RESENTIMIENTO
Tengo el derecho a sentirme molesto por la forma en que he sido tratado” “Tengo derecho a estar enojado, herido, deprimido, triste y resentido” Aprender a evitar este tipo de razonamientos, es uno de los máximos secretos del Doctor Dyer para tener una vida de paz interna y éxito y felicidad.
En cualquier momento en que se siente lleno de resentimiento está entregando el control de su vida emocional a los demás, para que lo manipulen. Es necesario considerar hacia quien es el resentimiento, antes de poder tomar la decisión de si es útil o no para usted.
El resentimiento le ofrece una excusa para regresar a sus viejos hábitos. Si es responsable, aunque sea en minúscula parte (quizás desconocida) de esa migraña que lo acosa, o de ese sentimiento de depresión, entonces puede trabajar para quitárselo y descubrir cuál es el mensaje que tiene para usted. Si, por otro lado, algo o alguien, es el responsable en su mente, entonces por supuesto tiene que esperar a que ellos cambien para que usted se sienta mejor. Y es muy poco probable que eso ocurra.
Conviértase en una persona que rehúsa ofenderse por nada, por nadie y por ninguna circunstancia. No ofenderse es la manera de decir “Poseo el control de mis sentimientos y decido estar en paz, independientemente de que suceda”. Cuando usted se ofende, está juzgando. Está pensando que el otro es estúpido, insensible, descortés, arrogante, desconsiderado o tonto y entonces se molesta y se ofende por su conducta. De lo que tal vez no se da cuenta, es que cuando juzga a alguien, no está definiendo al otro; se está definiendo a sí mismo como alguien que necesita juzgar a los demás. Así como nadie puede definirlo con sus juicios, tampoco usted tiene privilegio de definir a los demás. Cuando deje de juzgar y se convierta tan solo en un observador, entenderá de qué se trata la paz interior.
Los pensamientos de resentimiento, ira y odio representan energías bajas y debilitadoras que lo despojan de su poder, si logra soltarlas conocerá la paz.
En una mordedura de serpiente, lo que mata no es la mordedura en sí, sino el veneno que circula por todo su cuerpo después. 
 
EL OCTAVO SECRETO
VISUALÍZATE COMO SI YA HUBIERAS LOGRADO LO QUE QUIERES
Cuando se mueve hacia el espíritu recibe inspiración. Es en este mundo de la inspiración, que será guiado al acceso de todo lo que desea tener en su vida. La palabra inspirar se origina de las palabras en y espíritu. La inspiración involucra una mente que transciende todas las limitaciones, pensamientos que rompen todas las ataduras y una conciencia que se expande hacia todas las direcciones. Esa es la  manera de inspirarse. Piense en lo que desea ser o convertirse. En sus pensamientos comience a verse con el talento para realizar esas acciones y comience a actuar como lo que desea ser y hacer. De esta manera está encarando su situación y tomando el mando de su propio destino, mientras cultiva su inspiración al mismo tiempo. Mientras más se vea a sí mismo como lo que desea convertirse, más inspirado estará.
EL NOVENO SECRETO
VALORAR SU PROPIA DIVINIDAD
Su ego no es más que una idea, que usted carga a donde quiera que va. Piense en Dios como en una presencia en vez de una persona. Cada vez que usted experimenta, miedo, auto rechazo, ansiedad, culpa u odio está negando su divinidad y está sucumbiendo a las influencias de ese ego insidioso que lo tiene convenientemente desconectado de Dios. 
 
EL DECIMO SECRETO
LA SABIDURIA CONSISTE EN EVITAR TODOS LOS PENSAMIENTOS QUE NOS DEBILITEN
Cada pensamiento que tenga, debe ser analizado en términos de si lo debilita o lo fortalece. Todos los pensamientos de vergüenza, apatía, culpa, miedo e ira son energías, ya que todo en nuestro universo es una frecuencia vibratoria. Todos esos pensamientos lo debilitan. Son frecuencias bajas y lentas y sólo pueden disolverse atrayendo a su presencia las energías más elevadas y rápidas de espíritu. Cuando sus pensamientos, son de culpar a los demás, se debilita. Pero cuando cambia al amor y a la confianza en los demás se fortalece.
Sus pensamientos vienen con una energía acompañante, así es que mejor que cambie hacia aquellos que lo empoderan. Su salud está determinada en gran parte por los pensamientos que tiene. Los pensamientos que más lo empoderan son los de paz, alegría, amor, aceptación y buena disposición.
Los pensamientos poderosos, alegres, amorosos, derivan de su voluntad de permitir que el mundo sea como es.
Usted crea y selecciona sus pensamientos. Puede cambiarlos a su antojo y conocer la verdadera Sabiduría. ¡Es su decisión!

Resumen del libro: “10 Secretos para Conseguir el éxito y la Paz interior” de Wayne Dyer