jueves, 19 de septiembre de 2013

La Decepción.

 Generalmente   interactuamos   con objetos o con los demás en  base a  nuestras   creencias,    imágenes  y representaciones  que  tenemos  de    las  cosas  y  las personas, sin que necesariamente nuestra percepción sea    la  realidad. Muchas  veces  imaginamos  a otros como  suponemos   que   son, bien  sea por engaño de ellos, de nuestros sentidos o de falsas impresiones.
La decepción se presenta cuando le adjudicamos a una cosa, situación o persona atributos que no tiene y "descubrimos" que no los posee. Entonces, podemos desilusionarnos, desencantarnos, frustrarnos, contrariarnos, ponernos bravos o caer en despecho, desesperanza, tristeza, amargura, desánimo o depresión, por el fiasco que tuvimos.
Aunque las decepciones,  dependen de la forma como nosotros mismos percibimos la situación, sin duda que también las provocan los engaños, sobre todo cuando alguna persona falta a la verdad en lo que nos dice, hace o pretende retraerse de lo pactado o que deshaga algo.
En el campo del amor, siempre la pareja despierta sentimientos, ilusiones, esperanzas especialmente atractivas, e imágenes-objetivos hacia el futuro. Se quiere ser feliz, tener un hogar, hijos y éxito profesional conjunto, entre tantas cosas. Cuando estas representaciones mentales no se logran, surgen decepciones de vida.
En innumerables casos, las parejas cuando se enamoran, se ven mutuamente a través del prisma del amor, esto distorsiona la realidad, y se pueden minimizar o ignorar defectos personales e incrementar o distinguir virtudes inexistentes. Luego, ya cónyuges, se descubren tal y cual son y sobreviene el desengaño, la decepción. De la ilusión pasamos a la desilusión. Se sale del engaño o del error de apreciación en que se estaba.
De igual manera la publicidad engañosa, la propaganda política o la sobreventa de una idea o producto nos lleva a crear expectativas personales en torno a algo o alguien, que al no darnos o proveernos lo esperado nos decepciona.
Lo primordial, para no ser decepcionados permanentemente, es intentar ser lo más objetivos que podamos, no crearnos falsas esperanzas, evaluar las situaciones evitando juicios emocionales,  valorar y apreciar a las personas en su justa dimensión.
La otra cuestión que se nos presenta,  es que seamos nosotros mismos quien decepciona a un tercero y este nos dice: "¡Me has decepcionado!". Lo cual suele provenir de un ser querido, padre, hermano, pareja o hijo, y nos llena de dolor y angustia. Para prevenir que esto ocurra nunca mintamos, no aparentemos ser lo que no somos, seamos auténticos y mostremos nuestras virtudes así como los defectos.
                                                                                     -Dr. Gessen-
  

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