Generalmente interactuamos con objetos o con los demás en base a nuestras creencias, imágenes y representaciones que tenemos de las cosas y las personas, sin que
necesariamente nuestra percepción sea la realidad. Muchas veces imaginamos a
otros como suponemos que son, bien sea
por engaño de ellos, de nuestros sentidos o de falsas impresiones.
La decepción se presenta cuando le
adjudicamos a una cosa, situación o persona atributos que no tiene y
"descubrimos" que no los posee. Entonces, podemos desilusionarnos,
desencantarnos, frustrarnos, contrariarnos, ponernos bravos o caer en despecho,
desesperanza, tristeza, amargura, desánimo o depresión, por el fiasco que
tuvimos.
Aunque las decepciones, dependen de la forma como nosotros mismos
percibimos la situación, sin duda que también las provocan los engaños, sobre
todo cuando alguna persona falta a la verdad en lo que nos dice, hace o
pretende retraerse de lo pactado o que deshaga algo.
En el campo del amor, siempre la
pareja despierta sentimientos, ilusiones, esperanzas especialmente atractivas,
e imágenes-objetivos hacia el futuro. Se quiere ser feliz, tener un hogar,
hijos y éxito profesional conjunto, entre tantas cosas. Cuando estas
representaciones mentales no se logran, surgen decepciones de vida.
En innumerables casos, las parejas
cuando se enamoran, se ven mutuamente a través del prisma del amor, esto
distorsiona la realidad, y se pueden minimizar o ignorar defectos personales e
incrementar o distinguir virtudes inexistentes. Luego, ya cónyuges, se
descubren tal y cual son y sobreviene el desengaño, la decepción. De la ilusión
pasamos a la desilusión. Se sale del engaño o del error de apreciación en que
se estaba.
De igual manera la publicidad
engañosa, la propaganda política o la sobreventa de una idea o producto nos
lleva a crear expectativas personales en torno a algo o alguien, que al no
darnos o proveernos lo esperado nos decepciona.
Lo primordial, para no ser
decepcionados permanentemente, es intentar ser lo más objetivos que podamos, no
crearnos falsas esperanzas, evaluar las situaciones evitando juicios
emocionales, valorar y apreciar a las
personas en su justa dimensión.
La otra cuestión que se nos presenta, es que seamos nosotros mismos quien decepciona
a un tercero y este nos dice: "¡Me has decepcionado!". Lo cual suele
provenir de un ser querido, padre, hermano, pareja o hijo, y nos llena de dolor
y angustia. Para prevenir que esto ocurra nunca mintamos, no aparentemos ser lo
que no somos, seamos auténticos y mostremos nuestras virtudes así como los
defectos.
-Dr.
Gessen-
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